martes, 2 de septiembre de 2008

Te fuiste ¡alpiste!

Después de susurrar tímidamente las palabras mágicas: “Mi voto es no positivo”, el compañero de fórmula de Cristina Kirchner, saltó al estrellato.

Todos se lo disputan y el partido que abandonó a cambio de estar iluminado por las luces del poder, trata de recomponer su debilidad alrededor de su figura.

No todos, es verdad. Los más entusiasmados por esta popularidad mediática que logró Julio César Cleto Cobos, gracias a una actitud de la que muchos nos regocijamos, son lo que rodearon la gestión de Raúl Ricardo Alfonsín. Su gestión fue una muestra de que los radicales saben ser oposición pero no gobierno. A las pruebas históricas me remito, ya que la repetición contemporánea con de la Rúa es emblemática. Del pasado no hablemos para no ahondar.

A los cobistas, la ocasión para resurgir de las cenizas se les presentó en bandeja de plata y otros, que se alejaron y conformaron fuerzas diversas, parecen querer arrimar al bochín. Acordarse súbitamente de un dirigente enfermo que está más allá del bien y del mal, les parece un escenario tierno de preocupación humana, que demuestra grandeza de espíritu.En el trasfondo de las reuniones, se oyen letras de canciones ad hoc: “¡Todos unidos triunfareeeemoooos!”. Algún desprevenido les susurra preocupado: “¡Che están locos!!!! Antes decíamos adelante radicales, adelante sin cesar….”, ¿qué les pasa?
¡Tomátelas! ¡Vamos todavía, grande Cobos!

Pero hay otra franja, quizás más realista, que no le perdona tan fácilmente sus actitudes que ahondaron el fracaso electoral del radicalismo y la dispersión de sus afiliados. “Te fuiste ¡alpiste!”, parecen querer decirle.” Te falta mucho para que te perdonemos”.

Veremos cómo termina el episodio digno del Guiness. Veremos cuán inteligente será la estrategia de otros sectores de la oposición.

Para el blog de La Nona del Pro

miércoles, 13 de agosto de 2008

PODER Y LEGITIMIDAD

Envueltos en un mar de errores y confusiones, los argentinos estábamos transitando una realidad ficticia que nos alejó de la realidad verdadera.

Habíamos dejado de lado nociones esenciales que manaban de nuestra historia y de nuestras instituciones. Restábamos importancia a palabras y conceptos como orden, ley, justicia, derecho, legitimidad, federalismo o equilibrio de poderes. Todo era elástico, movible o desconocido. Las irregularidades y el contenido de la Ley Fundamental, pasaban al último cajón del olvido, mientras la vida podía fluir generosa…para algunos.

Pocos preveían que las violaciones admitidas tanto por los violadores como por los indiferentes provocarían a la larga un cimbronazo. Y la realidad tapó la ficción.

Cuando los abusos del poder traspasaron los límites y las cuestiones económicas hicieron demasiadas cosquillas, los ánimos se exasperaron. Y la sordera de un oficialismo que en un principio subestimó la fuerza de la ya emblemática protesta del campo, se encontró en una encerrona que seguía estrangulando con más actitudes y palabras exasperantes.

En una clara demostración de su desconocimiento de los problemas que suscitaron la rebelión, el poder no cejó en una argumentación sin asidero y en la utilización de métodos vejatorios para que su “enemigo” no tuviera más remedio que terminar la lucha, por cansancio o temor.

No tuvo en cuenta que aquel sector, otrora manso y silencioso, no estaba dispuesto a bajar sus banderas sin que sus quejas fueran comprendidas y tampoco estaba dispuesto a hocicar si la tentaban con la violencia. Corajudos o insensatos, como quiera llamárselos, han dado pruebas de que ya no van a someterse fácilmente a las resoluciones inconsultas de un Estado que está poniendo en peligro la legitimidad del poder que ostenta, una legitimidad que a ojos vista está en proceso de declinación. Por eso el miedo ha comenzado a penetrar en sus entrañas.

Al dejar al descubierto su realidad agobiante a la que se fueron agregando otras que estaban semioscurecidas, el campo despertó a los argentinos. Desde el interior campesino llegó la luz a las ciudades y fue como una varita mágica que sacó del letargo a una ciudadanía que había perdido la capacidad de asombro y de reacción.

Cuando se describía al pueblo de Buenos Aires en momentos previos a la Revolución de Mayo, se dijo que el campo era una vaga identidad que comenzaba a definirse. Curiosamente, el campo recién terminó de definirse el 25 de mayo de 2008 en Rosario de Santa Fe. Y el país terminó conociéndolo.

El gobierno nacional no previó los efectos de los reclamos denegados sin lógica ni respeto. Ante inesperados contendientes de tierra adentro, dignos y con señorío olvidado, libres, rudos y poco amigos de la blandura en el trato, sólo atinó a conducir la crisis con ineptitud, soberbia e imprudencia, por decir lo menos, y con ello arrastró al país a una situación impensada pocos meses atrás. Más impensada aún cuando perdió la votación del Senado y quedó demostrada la fortaleza de un pueblo que se mostró unido sin claudicaciones. Esto nos hace recordar que si “el poder es una minoría organizada”, una “desobediencia masiva movida por fuerzas inexplicables, puede paralizar la autoridad” (G.Ferrero, Poder , 1942) ¿Queremos llegar a eso?

Un gobierno republicano legítimo no actúa a su albedrío ni justifica su poder simplemente porque ha sido elegido por el pueblo, ignorando después al pueblo como si ese respaldo fuera un cheque en blanco. Si cae en esa ficción constitucional y no hay quien se atreva a hacer frente a la desmesura, ya sea por conveniencia, por falta de convicciones, por intereses particulares o por cobardía,
habremos caído en el absurdo de ignorar la profundidad del control recíproco de los poderes del Estado. Pero, inevitablemente, a la larga, estas situaciones desembocan en el fin no querido por los que mandan: la suma de excesos despierta a las rebeldías siempre latentes.

Las fuerzas políticas no siempre pueden dominar las escaladas de violencia que se desatan cuando la prudencia no prevalece y el miedo domina tanto a los de arriba como a los de abajo. En las horas que estamos viviendo, se impone poner una gran cuota de sensatez en los dominios de la cosa pública y son los tres poderes del estado los que deben defender sin subterfugios los principios que legitiman su derecho a gobernar.

Los ciudadanos sin representación y sin los oropeles de algún cargo, para no catalogarnos como ciudadanos comunes que a algunos molesta, tenemos el derecho y la obligación de seguir los acontecimientos con atención participativa, moderando los impulsos de la violencia, pavimentando las rispideces y contribuyendo a encontrar los caminos pacíficos para que se comprenda el peligroso momento que atravesamos.

Debe quedar claro que esto no implica bajar las banderas de la defensa de la República.

Publicado en "La Nueva Provincia"
Mayo de 2008

jueves, 17 de abril de 2008

SE NECESITAN LÍDERES

Incursionar siempre en la teoría, es permanecer en la estratósfera y no bajar a la tierra. Por eso, esta vez empiezo con algo bien concreto y después voy por las abstracciones.

Si tomamos como ejemplo el programa de Vialidad Nacional para la construcción de rutas nuevas, solamente, nos impresiona comprobar que, en los últimos 4 años, esta dirección ha gastado 2.960 millones de dólares, con lo cual podría haber terminado 1.971 kilómetros de autopistas inteligentes, nuevas, insisto. Pero ¿dónde están? De haber cumplido lo estipulado, a lo que hay que sumar áreas concesionadas, la Autovía 2, otras rutas como la 6 y diversos tramos en Buenos Aires, así como las que se construyen en provincias como la red de autopistas puntanas, el problema de la seguridad vial estaría, al menos, en vías de solución.

En San Luis se calcula que el costo por km. va de 500 mil a 1 millón de dólares. En Buenos Aires donde en gran parte de su territorio hay tierra negra que se debe cubrir con tierra greda, donde el costo de expropiación es muy alto y donde la densidad de población requiere la construcción de más puentes, rotondas, entradas, salidas, etc.,el costo podría subir a 1.500.000 $US por km.

Cuando se empieza a manejar estos datos (1), entre tantos parecidos, uno se pregunta: ¿Qué pasa con nuestros gobernantes? ¿Dónde están los que puedan manejar con eficiencia la cosa pública? ¿Será que con urgencia necesitamos verdaderos líderes?

John P. Kotter especialista en liderazgo de la Harvard Business School, en una entrevista de 1996 publicada en la revista Gestión, sostenía que era una mala costumbre confundir a un ejecutivo de alto nivel con un líder y mencionaba como características de un auténtico líder a aquel que crea estrategias, tiene visión de futuro, establece la dirección hacia donde la empresa debe apuntar y evalúa permanentemente los resultados de la gestión, promueve la capacitación del personal y logra que esté alineado detrás de esas ideas por propio convencimiento.

Ante la escasez de auténticos liderazgos - no sólo por cierto en nuestro país - me pareció adecuado recrear algunos de sus conceptos para aplicar en la política, en el gobierno o en las organizaciones de la comunidad.

Kotter hace hincapié en el tema de la edad, y explica que un líder en sus 50 y tantos, es más fuerte y más capaz de lo que fue en sus 40. Algunas veces le puede ocurrir en sus 60 y hasta en sus 70. Esto se contrapone con lo que hoy se exige en el mercado laboral o con la tendencia creciente de no tener en cuenta a políticos que han pasado los límites de lo que se considera la edad ideal. Insiste Kotter en que nos debe interesar más la acumulación de experiencia, el crecimiento permanente y el acrecentamiento de habilidades.

Enumera después cuáles son los hábitos que enriquecen el liderazgo: escuchar a otras personas, tomar algunos riesgos, salirse de su propia área de comodidad de vez en cuando, saber comunicar y tratar de ser receptivos, evitar ser arrogantes y desatender lo que otros tengan que decir, suponer en un sentido positivo que uno puede continuar convirtiéndose en un líder mejor y hacer algo para mejorar siempre.

En un mundo donde los cambios son vertiginosos, donde las cosas están cada vez más complicadas y globalizadas, hay que comprender también que el liderazgo no proviene de una sola persona, sino de varias. Si bien es indispensable contar con un dirigente que tome las decisiones en el puesto más alto, esa persona va a necesitar ayuda de muchas otras para producir los cambios y su correspondiente adaptación, para organizar, investigar y, finalmente, tener los elementos para una decisión final. Elegir bien es crucial.

En el mundo específico de la política y de las organizaciones sociales, se requieren líderes con capacidades para producir transformaciones, evaluar con criterio las necesidades, mejorar el comportamiento de la gente y construir una visión de gobierno que merezca el apoyo de muchos para trabajar en pos de los objetivos fijados, controlando - eso sí – que los objetivos se cumplan.

Si volvemos al ejemplo concreto, nos queda claro que los resultados son negativos cuando vemos que en la función pública hay lugares ocupados por personas que no cumplen con ninguna de las características que hemos enumerado para describir a un líder. De lo contrario no se explica semejante diferencia entre lo que se programa y los resultados obtenidos. Salvo que tampoco se cumpla con algo que faltaba en el análisis de Kotter: ante el fracaso injustificado de la misión que se le ha encomendado o que ha asumido, un líder no puede dejar de pagar las consecuencias. Si esto no sucede es porque estamos en el terreno de la corrupción o en el desmanejo cómplice de los dineros ajenos.

Pero es importante además comprender que un buen administrador no es por ello un buen gobernante. La sociedad es más compleja de lo que lo que se puede deducir o mostrar en un balance económico positivo. Un contador no tiene porqué tener la capacidad para trazar una política económica. Un buen estadista no puede estar encerrado, debe tener una visión global de su país y del mundo y la capacidad para tejer sus políticas en la intrincada red de las posibilidades que se mueven al vaivén de los imprevistos, de las trampas, de los amigos y de los enemigos y, también, ¿por qué no? de sus conocimientos de la historia, eterna repetidora de la condición humana.

Necesitamos con urgencia líderes visionarios como los que construyeron nuestro país cuando no éramos nada, con honestidad para no atarse a los manejos espurios del poder, que busquen el bienestar de todos los habitantes sin distinciones y sin banderías pequeñas, anticuadas e inútiles.

Necesitamos líderes dentro y fuera de las organizaciones, en el gobierno y en la oposición, porque así como hay que tener la capacidad para cooperar y apoyar lo deseable y positivo, también hay que tener el coraje de controlar y no dejar pasar la falta de eficacia y las corruptelas que minan la confianza y la credibilidad de los gobernados. Los necesitamos ya para superar nuestra orfandad.-

(1) Datos del Lic. Enrique Pinedo, asesor en materia presupuestaria del bloque de legisladores nacionales del PRO

viernes, 15 de febrero de 2008

¡URGENTE:FRENAR LA DECADENCIA!

Especial para “Informativo Rural” de Trenque Lauquen

Para abrir los ojos a la realidad, conviene repasar secciones especiales de los diarios, de esas que traen información que no trasciende en las tapas o en los medios audiovisuales, más interesados en relatos policiales que no tienen fin.

Por eso, con la cosecha gruesa en puertas o ya comenzada, hay datos que los productores no deberían pasar por alto:
El 85% de los granos se mueve por camión.
Sobre un total de 230.000 camiones, 150.000 tiene un promedio de antigüedad de 25 años.
En el presupuesto nacional se prevé un faltante de gasoil cercano al 15% de la demanda, lo que obligaría a importar 2.3 millones de m3 del combustible. La Argentina paga a Bolivia 6 US$ por millón de BTU y Brasil negoció por US$ 4,6.
ENARSA, la empresa energética estatal que nació sin patrimonio, invertirá sumas millonarias en nuevas cuencas petroleras de Ecuador, mientras aquí, la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) en un informe de agosto de 2007, lleva a la justicia una denuncia por la que alerta sobre la falta de procedimientos e información en dicha sociedad que “atentan contra el mantenimiento de un eficaz sistema de control interno”, entre otras cosas.
Sólo el 15% de la cosecha irá en tren y el estratégico Belgrano Cargas que atraviesa 13 provincias, es declarado en emergencia por el gobierno nacional.
El transporte fluvial desde el Norte por el Paraná, prácticamente no se utiliza y es de lejos el más económico. Pero se demoran las obras de calado del río y falta adecuar la hidrovía Paraguay-Paraná desde Brasil hasta Santa Fe para llegar a los 10 pies efectivos de profundidad..
La ineficiencia del sistema vial y la falta de obras de infraestructura, son temas que cansan: la construcción interminable de la autopista Rosario-Córdoba se inició hace más de 12 años y sigue en veremos; aunque la salida de la producción a los puertos ha mejorado, todavía el costo de espera diario se penaliza con $350; el robo de camiones por piratas del asfalto y el robo hormiga en los puertos, son problemas no resueltos.
La tasa del gasoil que recauda 1800 millones de pesos anuales fue creada para eliminar cabinas y hacer obras de infraestructura. ¿Alguien vio algo? Por ahora, se entregan montos a los concesionarios para compensar el descuento del 100% que, desde junio, deben hacer a los camiones de carga. ¿Y antes, qué pasaba?

Podríamos abundar en otros aspectos de nuestra realidad, pero son ejemplos que bastan para darnos cuenta de que algo grave le pasa a nuestro país: faltan estadistas con estrategias de gobierno que prevean las políticas y las necesidades del mediano y largo plazo; faltan gobiernos que cumplan con las promesas de obras que envejecen en el papel y que no engañen con llamados a licitación que se desactualizan y se repiten sin que se concreten; faltan hombres y mujeres de gobierno que dejen de pensar en cómo le sacan plata a los que ganan, para poder ellos invertirla en parches que, lejos de ser distributivos como proclaman, van deshaciendo el sistema productivo a ojos vista.

No hay más que ver cómo se manejan los países del primer mundo, los mismos que han pasado por las más crueles guerras destructivas de personas y de bienes, para caer en la cuenta de nuestra decadencia.

Emiliano Galli decía en La Nación (29-01), que las terminales portuarias de Buenos Aires son de los pocos eslabones no oxidados de la cadena logística y que la corrosión acecha los accesos terrestres y fluviales”. La rápida conclusión es que si la entrada y salida de la producción en los puertos no es fluida, se pierden ingentes recursos, tiempo y calidad.

El Secretario de Actividades Portuarias de Buenos Aires, pareciera tener en claro las obras requeridas y prioriza el mejoramiento de los puertos de Dock Sud, La Plata, Mar del Plata, Quequén, Bahía Blanca y sus corredores viales y ferroviarios de acceso. Ello es esperanzador, aunque llama la atención que no se hable también de la construcción de nuevos puertos de aguas profundas, lo que hace que estemos rezagados frente a Montevideo y Santos y que se encarezcan los fletes. (La Fundación Okita del Japón tiene importantes estudios de factibilidad al respecto). Esto es no tener visión de largo plazo, porque es sabido que para estos emprendimientos hay inversionistas privados y créditos internacionales.

El canal principal del puerto de Bahía Blanca tiene 45 pies y es el de mayor calado en el país. Nos asombramos entonces de que el puerto de Rotterdam tenga 75 pies de profundidad, 10.000 Has. de terreno o que la descarga de la mañana , ya esté a la tarde en sus destinos europeos. A todo esto, el puerto de Rotterdam, desde 2004 una corporación estatal, fue destruido en su 40 % durante la II Guerra Mundial y es ahora el 1º de Europa y el 6º del mundo en movimiento de contenedores, detrás de puertos asiáticos y del lejano oriente. Mientras, la Municipalidad local, ya está haciendo los planes para el 2020. Visión práctica de futuro.

Recorriendo otros puertos comprobamos que las obras de modernización que se planifican permanentemente, cumplen con su puesta en marcha en el tiempo establecido. Entre nosotros, sin embargo, ocurren cosas como lo sucedido en la construcción de las escolleras del puerto Quequén, previstas para el 2006, y que se inauguraron en enero de 2008.

Estos temas escapan a nuestras manos de productores, pero no deben pasar inadvertidos, ya que hacen al éxito de los resultados económicos que nos tocan a todos. Si no exigimos a los gobiernos las obras de infraestructura necesarias, las políticas de incentivo que pueden poner en marcha la rueda del desarrollo, la interacción entre lo público y lo privado para facilitar las inversiones, la transparencia en el gasto público, no podremos tener ese país que soñamos.

No es cuestión solamente de decir “todos debemos poner nuestro grano de arena”, “argentinos a las cosas”, si cada vez que empezamos a avanzar se levanta el muro de las máquinas de impedir, la ineficiencia y las medidas coyunturales que embarran la cancha.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Final del año 2007: algo tiene que cambiar



Para la Revista de Trenque Lauquen: Informativo Rural

Cuando se acerca la culminación del año, uno debería poner en receso determinadas tareas y esperar que los hechos acompañen, a fin de que las olas que nos han sacudido a lo largo de días y meses, atemperen su fuerza y entren en un mar calmo.

Nuestra realidad 2007, sin embargo, nos ha introducido en una maremoto ininterrumpido, donde se mezclaron las inclemencias climáticas, las variables electorales atípicas, la violencia que no ahorró ataques a funcionarios, ni muertes sospechosas, ni actos de corrupción sin explicaciones verosímiles, ni medidas arbitrarias... por sólo mencionar lo que más transmitían los titulares. Y cuando las Fiestas nos hubieran podido augurar un esperado remanso, las noticias nos siguieron sacudiendo.

Al menos, para el campo, un anunciado “cambio” postelectoral, así, sin aditamentos, no llegó. La primera sorpresa fue una conferencia de prensa con la imagen de un ministro actuante y mudo, flanqueado por un secretario más que cuestionado y por un ministro designado pero sin posesión del cargo. Con miraba imperturbable, él escuchaba cómo el joven sucesor sin juramento, arrojaba al sector lechero una disposición con los parámetros dentro de los cuáles deberían moverse de ahí en más, y cómo el secretario de marras respondía a alguna consulta sobre inclusión de yogures que, parecía, no le había quedado en claro al futuro funcionario. Los que sintonizábamos otra onda, seguíamos el diálogo del secretario de Agricultura con los representantes del sector, reunidos para la búsqueda de soluciones consensuadas a problemas que, para sorpresa de todos, en la Rosada ya estaban simultáneamente dando por resueltos.

No necesitamos abundar en detalles, aunque el patético mensaje que nos dejó fue que todo seguía igual, ya que el cambio aparecía como cosmético con un elegido de look muy juvenil, subtitulado con graduaciones en universidades de prestigio. El modus operandi ya estaba definido, al menos por ahora.

Lo que sí ha cambiado es la actitud asumida por el sector lechero al socaire de un gobernador distinto y de una secretaria distinta, que conocen el paño económico y humano con el que deben gobernar. Hermes Binner y la secretaria de Integración Regional de Santa Fe, María del Carmen Alarcón, actuaron con sensatez y conocimiento. No debieron acudir a cálculos de ganancias y pérdidas tomadas al azar. Conocían los temas porque los viven, caminan el territorio, hablan con la gente, escuchan la realidad con los oídos y el corazón. Y entonces lograron unir a empresarios y productores primarios y llegar a una solución que abarcaba todas las instancias en cuestión y a los actores más importantes de la cadena, desde los tamberos hasta los industriales. “¡Se puede!”, dijeron algunos.

Al escribir estas líneas, no sabemos todavía cómo va a evolucionar el problema de la leche, tampoco el del trigo, el maíz, la soja, el girasol, la carne. Hasta ahora no hemos dado pie con bola. Nos dijeron que la salida de la convertibilidad nos iba a favorecer en lo inmediato como país exportador, haciendo hincapié que lo sería especialmente para el campo, que sin perder el tiempo empezó a trabajar entusiasmado. Hasta ahora, no hemos visto más que trabas a las exportaciones de nuestros productos competitivos, íntegramente argentinos: bloqueos, amenazas, retenciones, precios máximos o mínimos y dale que va. Se ignoran así las leyes más elementales del mercado, no para beneficio de los menos pudientes como se invoca, sino de los que tienen más poder económico y de lobby. Esto a la larga ha quedado demostrado.

Mientras tanto, se calcula que el gobierno recaudará gracias a nuestros impuestos una suma de alrededor $220.000 MM. Ideal para el Jefe de Gabinete quien, además de los fondos extraordinarios que recibirá por una inacabable “emergencia económica”, podrá disponer como mejor le venga en gana de $51.000 MM extra, ya que el presupuesto aprobado es de $169.000 MM.

Pero, con alguna posibilidad de certeza, podríamos concluir al final del 2007, que algo está cambiando. Porque hay actores nuevos, porque hay cansancio, porque nos hemos dado cuenta de que todos debemos arrimar el bochín para aumentar los puntos a favor, prescindiendo de la hojarasca que nos tiran en la cancha. Y porque si no actuamos unidos y hacemos escuchar una sola voz, nos van a seguir pasando por arriba, para ir arreglando las pequeñas coyunturas del momento o tapando las consecuencias de valijas voladoras, mientras se van debilitando las estructuras fuertes que nos deben permitir tomar las riendas del futuro en la buena dirección.-

¡FELIZ AÑO NUEVO y que nos ayude el NIÑO DIOS !

viernes, 7 de diciembre de 2007

Para meditar: La Vocación y el Delito

Los tiempos convulsionados son tiempos donde se desatan pasiones y se lanzan los pescadores de río revuelto, donde se confunden las identidades o donde los problemas se tornan inmanejables para la gran mayoría. A veces hasta inducen a abandonar los mejores instintos como el maternal, el del lucro bien entendido o el lúdico en los deportistas y pueden ser también los causantes de que se tuerzan o queden ocultas las verdaderas vocaciones.

Al observar con preocupación ciertos comportamientos sociales de nuestra juventud, adoptados consciente o inconscientemente, es interesante detenerse en el ensayo de un jurista venezolano, Alí Lasser, publicado hace un tiempo en Milán, en el Boletín de la Sociedad Internacional de Defensa Social, donde trata justamente el tema de la vocación relacionado con la prevención del delito.

Aunque se trata de una hipótesis no avalada por estadísticas, sus observaciones lo han llevado a establecer que, en las personas con vocación realizada, los índices delictuales son muy limitados o casi inexistentes.

Cuando existe una vocación o una habilidad no manifestada – ya sea en artes mayores u oficios menores – que no pueda exteriorizarse por razones ajenas a la propia voluntad o por una mala situación económica, no es extraño que puedan surgir grupos frustrados de donde brote gran parte de la delincuencia. Un trabajo sin vocación, realizado a disgusto, con un bajo salario, es posible causal de delito, como también lo es la falta de trabajo o de alguna actividad, como puede ser la artesanal. Los problemas externos a las personas influyen positiva o negativamente en sus comportamientos. A su vez éstos vuelven a la sociedad y se reflejan en ella.

Sin pretender colocar a la vocación frustrada como la principal causa de la ola de delitos que nos invade y sin desconocer que la delincuencia requiere la aplicación de métodos severos, es una verdad reconocida que más vale prevenirla o atenuar sus efectos. Lasser afirma que una de las principales formas de prevención consiste en explorar y descubrir, mediante pruebas mentales y técnicas, esa vocación oculta que lleva toda persona dentro de sí. Esta exploración debería naturalmente verificarse primero en la familia y en la escuela, pero también en los centros de reclusión para menores y adultos delincuentes, para incorporarla en los planos educativos y reeducativos. En las cárceles, por ejemplo, una conducción con educadores y reeducadores que sirvan de modelo, y una diversificación de la enseñanza de artes y oficios para abarcar el mayor número de vocaciones, bajaría notoriamente, los índices de delincuencia y de reincidencia.

En una misma persona confluyen las tendencias hacia el bien y hacia el mal. Son las que surgen de su propia naturaleza o irracionalidad y las culturales de su entorno familiar, educativo y social, así como de situaciones de extrema pobreza. Entre las culturales que alimentan las tendencias delictivas, debemos mencionar la excesiva publicidad consumista, los programas de extrema violencia y pornografía que se exhiben a diario y en cualquier horario en la televisión y, últimamente, los juegos cibernéticos de nefastas consecuencias.

Cuando no hay otras representaciones y ejemplos a imitar y se rompen las defensas, se derrumba la resistencia del yo y estalla el delito.

El estudio destaca que la vocación es superior al instinto, pues éste se mueve más por necesidad y abarca también el reino animal y vegetal, mientras que la vocación sólo se da en los humanos. El cultivo de la vocación en el individuo está por encima del dinero y encuentra su mejor recompensa en la tarea misma y en el reconocimiento que recibe de la sociedad.

La vocación aparece precozmente. Por eso es peligroso para la formación de una personalidad que no pueda cultivarse debido a la influencia de fuerzas externas: padres que influyen en la elección de una profesión, falta de medios o aislamiento como puede ocurrir en sectores de bajos recursos o en zonas alejadas rurales.

Un individuo que tenga trabas en su ejercicio, puede tener dificultades para su socialización y un progresivo descontento que desemboque en actitudes peligrosas o delictuales. Lasser destaca que la persona con vocación realizada delinque mucho menos, porque consigue llenar su tiempo y sus sentidos y porque ninguna otra actividad le da más gratificación que la que ha elegido. Es interesante asimismo la comprobación de que un sabio o un científico, por caso, tienen conciencia de que en la cárcel deberán apartarse de su meta y verán impedida su vocación o que la mujer delinque menos que el hombre quizás por temor a que la prisión la aleje de sus hijos, situación que se acentúa cuando está encinta o lactando.

Hoy la sociedad se enfrenta a una faz negativa frente a una situación económica que provoca desigualdades y que, en muchos aspectos, pone trabas a la realización vocacional de personas obligadas a trabajar en lo que encuentren. Lamentablemente estamos frente a una estructura política que favorece la medianía, la corrupción y la falta de alternativas para amplios sectores. No menos preocupante es la decadencia y desintegración de la familia, la falta de autoridad en los hogares y en la escuela y el desinterés por una permanente enseñanza de valores y tradiciones como piezas fundamentales en la construcción de la fortaleza social.

La vocación es, desde luego, sólo un aspecto de una problemática compleja que requiere urgentes caminos de solución. Por fortuna, en esa lucha constante entre el bien y el mal, las tendencias antidelictuales son las que prevalecen debido a las defensas que tiene el hombre. Si esto no sucediera y la minoría delincuente creciera hasta alcanzar un 15% de la población, la sociedad colapsaría. La reconstrucción debe tener su inicio en el núcleo familiar y alcanzar a todos los sectores. Los ámbitos educativos deberían contar con estructuras psicopedagógicas para descubrir vocaciones y encauzar los aspectos positivos de una personalidad. En este cometido el estado tiene un desafío a la vez difícil e irreemplazable. Pero también ese “alguien” que somos cada uno de nosotros debería recobrar la iniciativa y poner en marcha proyectos que puedan ir marcando un camino y fijando tendencias de recuperación social.

miércoles, 3 de octubre de 2007

La culpa


Hace un tiempo oí a un sacerdote decir que “para comprender nuestros desajustes, hay que saber leerlos en las historias de la Biblia”. Fue así que me introduje en el Génesis y en los relatos que hablan del origen del pecado, del mal.

Si nos proponemos navegar entonces por la Biblia, descubriremos nuestros desajustes y dónde nace el pecado de echar culpas para justificar faltazos y errores propios y ajenos en nuestra conflictuada sociedad.

Lo primero que salta a la vista es que la mejor manera de tratar de liberarnos de la culpa, del error cometido, es buscar a otros culpables. Adán le tira la culpa a Eva, Eva se la tira a la serpiente y Adán, hasta le tira culpas a Dios, cuando le dice, como a modo de reproche: “la mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto”. Pero vemos también que la culpa no se borra en nuestro interior porque, mal que nos pese, nos duele y nos marca y que, además, por lo general deja secuelas en los demás y en nosotros mismos.

En distintos relatos comprobamos también cómo, una vez instalado el pecado, el mal se desparrama. Caín no pudo compartir la alegría de su hermano Abel, quien había sido recompensado porque trabajó bien y supo progresar. Puso entonces en marcha los diablitos de la amargura, la envidia y el resentimiento, que lo llevaron a la violencia del asesinato. Habrá pensado: uno menos para que no me haga sombra y no se dio cuenta de que esa sombra y la culpa lo perseguirían de por vida a él y a su genealogía.

David, el hombre santo, en vez de reconocer su pecado y hacerse cargo, llegó también al asesinato de su mejor soldado y amigo. Pensando que así podría salvar su prestigio y su honor, sólo consiguió el castigo y la pena que lo hirieron en lo más profundo de su ser y en el de sus seres queridos.

Navegando en nuestros tiempos y en nosotros mismos, podemos ver que cuando faltan argumentos para justificarnos o cuando nos pescan in fraganti en una falta, es común que busquemos un chivo expiatorio o subterfugios para ocultar lo inocultable. Pero no menos cierto es que una falta grave desparrama sus consecuencias, no sólo en el que las comete, sino en los que nos rodean y en los que vienen detrás.

En la búsqueda del poder o de su conservación a cualquier precio, es fácil comprobar que, tarde o temprano, las consecuencias nocivas de poner en marcha mecanismos perversos para su logro, dejan marcas difícilmente levantables en la vida propia y en la de la sociedad.

Tampoco se nos escapa que, en los más distintos ámbitos, cuando la lógica pasa por reconocer el éxito o el triunfo de los mejores, se pone en marcha una búsqueda para poner trabas, difamar o extorsionar y elaborar culpas, que terminen por sacar del medio o de los primeros planos al que hace sombra.

Estas fallas humanas son pues tan viejas como la historia y no podemos asombrarnos de lo que verificamos y leemos todos los días cuando se nos ocurre incursionar, por ejemplo, en los vericuetos del poder contemporáneo: el que llega del brazo de malas artes, atropellando o sin mayores méritos, siempre empieza lamentando “la pesada herencia” y, aunque pasen los años, sobrevuela sin destino la explicación de que la culpa siempre la tiene el que vino antes, el que engañó haciendo caer en la tentación o el error a los pobres incautos, el que no dejó hacer, aunque nadie haya visto los esfuerzos de quienes algo pudieron hacer.

Son pocos los que asumen la culpa de sus errores y de sus acciones. Lo que es peor, es que las lecciones no son aprendidas y que la tentación del poder sigue envenenando las mentes de los que quieren mantenerlo a costa de cualquier cosa, aun a sabiendas de que no hacen lo que corresponde. Por eso no nos sorprende que por decenios el Riachuelo siga siendo una cloaca de muerte y miseria; que nuestras fronteras estén desprotegidas para el contrabando y el tráfico de drogas que ayudan a matar a nuestra juventud; que las aguas sigan envenenando a nuestras poblaciones del interior con arsénico, nitrato, cromo y otras lindezas; que los basurales a cielo abierto sigan creciendo sin soluciones; que la educación sirva para deformar mentes más que para dar una formación sana y útil que fomente el crecimiento moral y material de las personas; que se busque culpar de la inflación a los productores de carne, leche y cereales o a los supermercados; que los pobres sigan en aumento; que los mejores no puedan avanzar porque no participan del banquete de los corruptos y...para qué seguir.

El palabrerío que envuelve justificaciones y culpas ajenas, ya lo conocemos y, si sabemos mirar y pensar, nos daremos cuenta de que ya todo está escrito en los cuentitos de la Biblia. ¡Sálvenos Dios de los castigos si no reconocemos a tiempo nuestras culpas y errores para enmendarlos y hacer una sociedad mejor!