Para meditar: La Vocación y el Delito
Los tiempos convulsionados son tiempos donde se desatan pasiones y se lanzan los pescadores de río revuelto, donde se confunden las identidades o donde los problemas se tornan inmanejables para la gran mayoría. A veces hasta inducen a abandonar los mejores instintos como el maternal, el del lucro bien entendido o el lúdico en los deportistas y pueden ser también los causantes de que se tuerzan o queden ocultas las verdaderas vocaciones.
Al observar con preocupación ciertos comportamientos sociales de nuestra juventud, adoptados consciente o inconscientemente, es interesante detenerse en el ensayo de un jurista venezolano, Alí Lasser, publicado hace un tiempo en Milán, en el Boletín de la Sociedad Internacional de Defensa Social, donde trata justamente el tema de la vocación relacionado con la prevención del delito.
Aunque se trata de una hipótesis no avalada por estadísticas, sus observaciones lo han llevado a establecer que, en las personas con vocación realizada, los índices delictuales son muy limitados o casi inexistentes.
Cuando existe una vocación o una habilidad no manifestada – ya sea en artes mayores u oficios menores – que no pueda exteriorizarse por razones ajenas a la propia voluntad o por una mala situación económica, no es extraño que puedan surgir grupos frustrados de donde brote gran parte de la delincuencia. Un trabajo sin vocación, realizado a disgusto, con un bajo salario, es posible causal de delito, como también lo es la falta de trabajo o de alguna actividad, como puede ser la artesanal. Los problemas externos a las personas influyen positiva o negativamente en sus comportamientos. A su vez éstos vuelven a la sociedad y se reflejan en ella.
Sin pretender colocar a la vocación frustrada como la principal causa de la ola de delitos que nos invade y sin desconocer que la delincuencia requiere la aplicación de métodos severos, es una verdad reconocida que más vale prevenirla o atenuar sus efectos. Lasser afirma que una de las principales formas de prevención consiste en explorar y descubrir, mediante pruebas mentales y técnicas, esa vocación oculta que lleva toda persona dentro de sí. Esta exploración debería naturalmente verificarse primero en la familia y en la escuela, pero también en los centros de reclusión para menores y adultos delincuentes, para incorporarla en los planos educativos y reeducativos. En las cárceles, por ejemplo, una conducción con educadores y reeducadores que sirvan de modelo, y una diversificación de la enseñanza de artes y oficios para abarcar el mayor número de vocaciones, bajaría notoriamente, los índices de delincuencia y de reincidencia.
En una misma persona confluyen las tendencias hacia el bien y hacia el mal. Son las que surgen de su propia naturaleza o irracionalidad y las culturales de su entorno familiar, educativo y social, así como de situaciones de extrema pobreza. Entre las culturales que alimentan las tendencias delictivas, debemos mencionar la excesiva publicidad consumista, los programas de extrema violencia y pornografía que se exhiben a diario y en cualquier horario en la televisión y, últimamente, los juegos cibernéticos de nefastas consecuencias.
Cuando no hay otras representaciones y ejemplos a imitar y se rompen las defensas, se derrumba la resistencia del yo y estalla el delito.
El estudio destaca que la vocación es superior al instinto, pues éste se mueve más por necesidad y abarca también el reino animal y vegetal, mientras que la vocación sólo se da en los humanos. El cultivo de la vocación en el individuo está por encima del dinero y encuentra su mejor recompensa en la tarea misma y en el reconocimiento que recibe de la sociedad.
La vocación aparece precozmente. Por eso es peligroso para la formación de una personalidad que no pueda cultivarse debido a la influencia de fuerzas externas: padres que influyen en la elección de una profesión, falta de medios o aislamiento como puede ocurrir en sectores de bajos recursos o en zonas alejadas rurales.
Un individuo que tenga trabas en su ejercicio, puede tener dificultades para su socialización y un progresivo descontento que desemboque en actitudes peligrosas o delictuales. Lasser destaca que la persona con vocación realizada delinque mucho menos, porque consigue llenar su tiempo y sus sentidos y porque ninguna otra actividad le da más gratificación que la que ha elegido. Es interesante asimismo la comprobación de que un sabio o un científico, por caso, tienen conciencia de que en la cárcel deberán apartarse de su meta y verán impedida su vocación o que la mujer delinque menos que el hombre quizás por temor a que la prisión la aleje de sus hijos, situación que se acentúa cuando está encinta o lactando.
Hoy la sociedad se enfrenta a una faz negativa frente a una situación económica que provoca desigualdades y que, en muchos aspectos, pone trabas a la realización vocacional de personas obligadas a trabajar en lo que encuentren. Lamentablemente estamos frente a una estructura política que favorece la medianía, la corrupción y la falta de alternativas para amplios sectores. No menos preocupante es la decadencia y desintegración de la familia, la falta de autoridad en los hogares y en la escuela y el desinterés por una permanente enseñanza de valores y tradiciones como piezas fundamentales en la construcción de la fortaleza social.
La vocación es, desde luego, sólo un aspecto de una problemática compleja que requiere urgentes caminos de solución. Por fortuna, en esa lucha constante entre el bien y el mal, las tendencias antidelictuales son las que prevalecen debido a las defensas que tiene el hombre. Si esto no sucediera y la minoría delincuente creciera hasta alcanzar un 15% de la población, la sociedad colapsaría. La reconstrucción debe tener su inicio en el núcleo familiar y alcanzar a todos los sectores. Los ámbitos educativos deberían contar con estructuras psicopedagógicas para descubrir vocaciones y encauzar los aspectos positivos de una personalidad. En este cometido el estado tiene un desafío a la vez difícil e irreemplazable. Pero también ese “alguien” que somos cada uno de nosotros debería recobrar la iniciativa y poner en marcha proyectos que puedan ir marcando un camino y fijando tendencias de recuperación social.
viernes, 7 de diciembre de 2007
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