jueves, 17 de abril de 2008

SE NECESITAN LÍDERES

Incursionar siempre en la teoría, es permanecer en la estratósfera y no bajar a la tierra. Por eso, esta vez empiezo con algo bien concreto y después voy por las abstracciones.

Si tomamos como ejemplo el programa de Vialidad Nacional para la construcción de rutas nuevas, solamente, nos impresiona comprobar que, en los últimos 4 años, esta dirección ha gastado 2.960 millones de dólares, con lo cual podría haber terminado 1.971 kilómetros de autopistas inteligentes, nuevas, insisto. Pero ¿dónde están? De haber cumplido lo estipulado, a lo que hay que sumar áreas concesionadas, la Autovía 2, otras rutas como la 6 y diversos tramos en Buenos Aires, así como las que se construyen en provincias como la red de autopistas puntanas, el problema de la seguridad vial estaría, al menos, en vías de solución.

En San Luis se calcula que el costo por km. va de 500 mil a 1 millón de dólares. En Buenos Aires donde en gran parte de su territorio hay tierra negra que se debe cubrir con tierra greda, donde el costo de expropiación es muy alto y donde la densidad de población requiere la construcción de más puentes, rotondas, entradas, salidas, etc.,el costo podría subir a 1.500.000 $US por km.

Cuando se empieza a manejar estos datos (1), entre tantos parecidos, uno se pregunta: ¿Qué pasa con nuestros gobernantes? ¿Dónde están los que puedan manejar con eficiencia la cosa pública? ¿Será que con urgencia necesitamos verdaderos líderes?

John P. Kotter especialista en liderazgo de la Harvard Business School, en una entrevista de 1996 publicada en la revista Gestión, sostenía que era una mala costumbre confundir a un ejecutivo de alto nivel con un líder y mencionaba como características de un auténtico líder a aquel que crea estrategias, tiene visión de futuro, establece la dirección hacia donde la empresa debe apuntar y evalúa permanentemente los resultados de la gestión, promueve la capacitación del personal y logra que esté alineado detrás de esas ideas por propio convencimiento.

Ante la escasez de auténticos liderazgos - no sólo por cierto en nuestro país - me pareció adecuado recrear algunos de sus conceptos para aplicar en la política, en el gobierno o en las organizaciones de la comunidad.

Kotter hace hincapié en el tema de la edad, y explica que un líder en sus 50 y tantos, es más fuerte y más capaz de lo que fue en sus 40. Algunas veces le puede ocurrir en sus 60 y hasta en sus 70. Esto se contrapone con lo que hoy se exige en el mercado laboral o con la tendencia creciente de no tener en cuenta a políticos que han pasado los límites de lo que se considera la edad ideal. Insiste Kotter en que nos debe interesar más la acumulación de experiencia, el crecimiento permanente y el acrecentamiento de habilidades.

Enumera después cuáles son los hábitos que enriquecen el liderazgo: escuchar a otras personas, tomar algunos riesgos, salirse de su propia área de comodidad de vez en cuando, saber comunicar y tratar de ser receptivos, evitar ser arrogantes y desatender lo que otros tengan que decir, suponer en un sentido positivo que uno puede continuar convirtiéndose en un líder mejor y hacer algo para mejorar siempre.

En un mundo donde los cambios son vertiginosos, donde las cosas están cada vez más complicadas y globalizadas, hay que comprender también que el liderazgo no proviene de una sola persona, sino de varias. Si bien es indispensable contar con un dirigente que tome las decisiones en el puesto más alto, esa persona va a necesitar ayuda de muchas otras para producir los cambios y su correspondiente adaptación, para organizar, investigar y, finalmente, tener los elementos para una decisión final. Elegir bien es crucial.

En el mundo específico de la política y de las organizaciones sociales, se requieren líderes con capacidades para producir transformaciones, evaluar con criterio las necesidades, mejorar el comportamiento de la gente y construir una visión de gobierno que merezca el apoyo de muchos para trabajar en pos de los objetivos fijados, controlando - eso sí – que los objetivos se cumplan.

Si volvemos al ejemplo concreto, nos queda claro que los resultados son negativos cuando vemos que en la función pública hay lugares ocupados por personas que no cumplen con ninguna de las características que hemos enumerado para describir a un líder. De lo contrario no se explica semejante diferencia entre lo que se programa y los resultados obtenidos. Salvo que tampoco se cumpla con algo que faltaba en el análisis de Kotter: ante el fracaso injustificado de la misión que se le ha encomendado o que ha asumido, un líder no puede dejar de pagar las consecuencias. Si esto no sucede es porque estamos en el terreno de la corrupción o en el desmanejo cómplice de los dineros ajenos.

Pero es importante además comprender que un buen administrador no es por ello un buen gobernante. La sociedad es más compleja de lo que lo que se puede deducir o mostrar en un balance económico positivo. Un contador no tiene porqué tener la capacidad para trazar una política económica. Un buen estadista no puede estar encerrado, debe tener una visión global de su país y del mundo y la capacidad para tejer sus políticas en la intrincada red de las posibilidades que se mueven al vaivén de los imprevistos, de las trampas, de los amigos y de los enemigos y, también, ¿por qué no? de sus conocimientos de la historia, eterna repetidora de la condición humana.

Necesitamos con urgencia líderes visionarios como los que construyeron nuestro país cuando no éramos nada, con honestidad para no atarse a los manejos espurios del poder, que busquen el bienestar de todos los habitantes sin distinciones y sin banderías pequeñas, anticuadas e inútiles.

Necesitamos líderes dentro y fuera de las organizaciones, en el gobierno y en la oposición, porque así como hay que tener la capacidad para cooperar y apoyar lo deseable y positivo, también hay que tener el coraje de controlar y no dejar pasar la falta de eficacia y las corruptelas que minan la confianza y la credibilidad de los gobernados. Los necesitamos ya para superar nuestra orfandad.-

(1) Datos del Lic. Enrique Pinedo, asesor en materia presupuestaria del bloque de legisladores nacionales del PRO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Pienso, Nona, que en Argentina el líder se pegotea con el caudillo. Son figuras diferentes, pero que sobre nuestra gramilla se confunden. También se confunden en otros países. Tampoco moriremos de pánico intelectual por la malformación de la cultura mundial, no solo criolla, herencia de un nefasto siglo XX que habrá sido, esperemos, parto para un tiempo más lindo.

América Latina tiene demasiada sangre caliente como para florecer a los líderes de Cohen o Mandino. Aparecerán los De Ángelis, líderes en transcisión, que bajarán de los "presidentistas" hasta un líder novedoso, argentino, regido por principios familiares, y democrático desde el sentido común, más que por el confuso concepto de Democrácia que rige, con diferentes reglas, el mundo.

Yo creo, Nona, que los argentinos no queremos tanto líderes, como sentido común. En nuestro país, en la historia, muchas veces los líderes formaron opinión más que gobiernos.

Son fundamentales los líderes, pero cada país es un molde diferente. Hay tortas donde lo más atractivo es el centro, y se deja tentador para el final; y otras carecen de él, como las roscas, que compramos puntualmente en la Pascua.

Lo que necesitamos con premura, es paz. No sé si en los países de líderes destacables la tienen.

Gracias, Nona, por este lugar. Por este bolg. Por este espacio tan interesante.